viernes, 14 de junio de 2013

2013: Gravedad cero (Houston, tenemos un poema)

Extrañamente, no hubo debate. En este extraño año los planetas departamentales se alinearon a principios de curso para marcar inexorablemente el camino a seguir. El pasado 20 de octubre el Planetario de Huesca acababa de abrir al público y nos pareció que tener las estrellas a 70 km, tan a mano, era una brillante oportunidad para encomendar nuestras almas errantes a Casiopea, Sirio o Aldebarán, a Alpha Centauri, allí donde el polvo cósmico nos quisiera guiar. Y así fue como, en menos de cuatro horas, pasamos de aprendices de principitos en un castillo medieval a aprendices de marcianitos rumbo a Ganímedes, en un simulador 4D.

Dónde estaba esa cuarta dimensión, en qué consistía, es algo que se nos escapa. Quizás fueran esos diez minutos que duró la última peliculeta. Lo que sí supimos con cuatro días de antelación es que la tripulación estaría comandada por las capitanas PMH49 y CdM61, con RDR62 de grumete fotógrafo. El cuarto miembro y comandante en jefe de la expedición, AGS55, se quedaba en Tierra para ocuparse de otros asuntos de mayor importancia, aunque de carácter igualmente celestial.

Pasar de la Edad Media hasta los albores del siglo XXII no es nada raro para nosotros. Viajar por el espacio sideral a determinada velocidad constituye un viaje en el tiempo. Hawking sostiene, valiente y recientemente, que un humano, acelerado al 98% de la velocidad de la luz, durante un año en el espacio viviría el equivalente a 365 años en la Tierra. Es, por tanto, científicamente posible viajar en el tiempo. Eso sí, solamente hacia el futuro, nunca hacia el pasado, y volver para besar a los tataranietos de tus tataranietos, pero en ningún caso a los tatarabuelos de tus tatarabuelos. Un ejercicio al que estamos diariamente habituados. Mis acelerados compañeros de nave arrancan del calendario la página de junio el mismo día 31 de mayo, tendemos a desayunar antes de acostarnos y estamos en fase experimental con un proyecto para poner las notas del alumnado a los dos días de empezar el curso.

Así pues, ese ejercicio de traslación temporal no representaría un problema para nosotros. El reto de la expedición se ceñía a una misión aparentemente sencilla: salir de la rutinaria órbita terrestre y volver para contarlo. Me veo obligado a adelantar que el éxito total de la operación quedó frustrado. Sin embargo, en el empeño pusimos lo mejor de nosotros mismos. Documentamos el viaje durante meses, en días dedicados a huir de noticias sobre la gravitación de la prima de riesgo o sobre la última hora en el tanto por ciento de faltas justificadas e injustificadas de nuestros alumnos. Habiendo conseguido sobrevolar todo eso, si uno se ocupa de leer la arrinconada sección de Ciencia de los periódicos, se penetra rápidamente en una atractiva dimensión, a medio camino entre el resplandor de la poesía surrealista y una película de Kubrick:

Descubierto el mejor candidato a planeta sin estrella... El extraño fenómeno de la estrella naciente que parpadea cada 25 días… La supernova del año 1006 se debió a la fusión de dos estrellas enanas blancas... Se ha capturado la primera imagen de un planeta siendo devorado por su vieja estrella… Una masacre de cometas de hielo y dos planetas, en el cinturón del 'ojo del universo'… 

A la luz de estos titulares, intuimos que abandonar la ionosfera en pleno mes de un airado mayo encerraba sus peligros. Lo primero es abandonar la órbita terrestre. Sortear después, por ejemplo, las toneladas de chatarra espacial, no chocar con el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, superar las erupciones volcánicas de Ío y evitar colisiones de meteoritos en los anillos de Saturno. Más allá de Orión, cuentan que se han visto naves en llamas. La cosa no es como para tirar cohetes. Va en serio.

Todo eso, trasladado al terreno de lo concreto, supone hacer frente a las contingencias de la tripulación, cuyas motivaciones fluctúan entre encontrar a deshoras un café caliente o una cerveza fría, cuando no un servicio limpio. Además, es más que posible que la guía turística tienda a la escatología, o entienda que los alumnos extranjeros son alumnos sordos y le dé por gritar. O que el cocinero de turno decida resucitar una merluza hipercongelada en la superficie de Neptuno. También puede darse que el camarero de refuerzo confunda un grupo de personas con un rebaño de ovejas y se tire al monte, por no hablar de los problemas técnicos a los que toda nave está expuesta, desde la cadena de una bici hasta el Apolo XIII, pasando por el motor de nuestro autobús. Pero todo quedó en mera anécdota, lances del oficio más viejo, el de viajero.

PMH49, atenta directora de vuelo, nos ilustró en la primera curva hacia Loarre con que, en ese castillo en lontananza, que se recortaba en un nítido cielo azotado por el cierzo (de moderado a fuerte con rachas de muy fuerte), había estado rodando Orlando Bloom para la película El reino de los cielos. Y hacia allí nos fuimos, almas cándidas, candidatos a príncipes, principiantes astrónomos, fugaces aspirantes al cielo.


Porque mucho antes de la invención del whatsapp, los sudokus, los bolos o las flechas, mirar al cielo era ya uno de los pasatiempos favoritos de este planeta nuestro de simios, más o menos erectos. Mirar estrellas y unirlas. Hacer formas libres e imaginar dibujos. Ver luces ya extinguidas. En lo oscuro, hacerse preguntas sin respuesta. Vagar por el infinito. Divagar, libremente. Entre la ligereza y la gravedad. Mitad fuego y mitad hielo. Sentir la atracción de otros cuerpos celestes. Creer que un cielo en un infierno cabe. Amar, dejarse llevar. Entrar en órbita y salir de ella. Soñar, volar. Alucinar siempre, alunizar tal vez. Viajar.

A continuación rescatamos fragmentos visuales de tamaña odisea, restos de hologramas y fotolitos sueltos que, a modo de asteroides, han sobrevivido a esta tormenta de estrellas imperfecta.


Al poco de salir, comunicamos con la base. Houston, tenemos un problema.



A la llegada, la estación espacial tenía el desolado aspecto de siempre.

Y las habituales magníficas vistas de esa región intermedia, entre el suelo y el cielo.

De camino al castillo, en formación de vía láctea,

la tripulación iba desfilando

o posando.

Estrellas gemelas.

Osas menores

y Osos mayores

Aaaaarrrgggggg!!!

Desde el primer momento, las estrellas hicieron lo que acostumbran: 
Agruparse.

Alinearse.

Dividirse.

Expandirse.

Contraerse

y fusionarse.

Con un abismo a sus pies,

y un precipicio sobre nuestras cabezas.

Detrás de un panel de mandos

o delante.

Tanta concentración de energía hizo que, 
al acabar la charla explicativa, las bóvedas de cañón,

los ábsides románicos

y las cúpulas arquitectónicas

saltaran por los aires.

Y no hubo más sobre la atenta mirada del castillo que la bóveda del cielo.

Trapezoidal.

Triangular.

Parábolico

e hipérbolico.

Y el viento citado. De moderado

a fuerte,

con rachas de muy fuerte, que nos obligaron a retirarnos para hacer tiempo. Tiempo al tiempo.

Al poner el pie en el restaurante del campin,  

cada pequeño sorbo,

cada pequeña mirada,

sonrisa

gesto o paso

nos recordó al boy scout Neil Armstrong: un gran salto para la Humanidad.

A la salida de la subestación, extrañas estrellas de 6 puntas,

sorprendentes formaciones de estrellas en círculo 

y lunas huecas

nos recordaron que habitamos un planeta curvo.

Dentro del Planetario asistimos a una clase práctica de astronomía oftalmológica. 

Como finos oculistas, miramos de frente al Sol y distinguimos en su roja retina  sus enigmáticas manchas y protuberancias.

A esas alturas, uno a uno, éramos ya protoestrellas.

Estrellas fulgurantes.

Dobles.

Jóvenes.

Marrones.

Estrellas azul

celeste, muy celestes.

Supernovas.

Agujeros negros.

Había tanto fulgor 4D acumulado

bajo la bóveda celeste

que llegó la hora en que los astros decidieron asociarse en constelaciones.


Constelación Gelovira

Constelación Gelovira II

Constelación Au-Pair

Constelación Clara

Constelación Extranjero.

Y las constelaciones de moda,

las familiares.

La galaxia entera. 
Gente punto y aparte.


Lo dicho. La expedición no puede calificarse de rotundo éxito. Siendo honestos, deberíamos hablar de un relativo fracaso. Había que salir y volver para contarlo, a ser posible con un jugoso titular para aportar a la arrinconada sección de Ciencia. Salimos como pudimos, y lo hemos contado, tarde y a duras penas. Pero estamos lejos de haber vuelto. Quizás esa sea la noticia. En el punto kilométrico 8 de la autovía Zaragoza-Huesca, a la altura de San Juan de Mozarrifar, una extraña luz precedió a nuestra teletransportación por un agujero de gusano, menos conocido como un puente de Einstein-Rosen.


Llevamos orbitando sin tregua durante los últimos 30 días. De lo poco que sigue en funcionamiento en esta nave, nos servimos de un potente telescopio. Desde aquí arriba todo tiene un aspecto bastante cómico. Nada importa demasiado.


Si las coordenadas geoterrestres no fallan, este debe de ser el aspecto actual de la EOI, lo cual confirma  nuestro viaje espacio-tiempo. Nos conforta saber que todo ha vuelto, años más tarde, a su naturaleza primitiva.



Extraterrestres y extrasolares. Extraescolares, extranjeros y juntos. 

Extraordinarios sistemas galáctico-telemáticos nos han permitido enviar estos párrafos desde la más remota exosfera. La demora, pues, está justificada, y hasta el comandante en jefe, desde Tierra, ha llegado a entenderla. 



Sin embargo, AGS55 me recrimina que el titular de esta crónica está muy manido y carece de la garra necesaria para competir con los habituales sobre masacres de estrellas, nacientes o asesinas. Le he dado una alternativa poética (Houston, tenemos un poema), pero me ha acusado de plagio. 

Me insta a que, aprovechando los ociosos ratos entre salto y salto de espacio-tiempo, escriba ya la crónica de nuestra próxima salida, la de 2014. Tras un pequeño altercado en el que he intentado convencerlo de que los disparates escritos para este viaje valen también para el próximo, me ha colgado el teléfono y nos ha boicoteado los paneles solares. Ha decidido castigarnos sin nave nodriza. Sospecho que bajo su aspecto de ingenuo tataranieto se esconde un inspector disfrazado. 

Luyao, al conocer que la reserva de alimentos liofilizados tiene los días contados, ha entrado en modo ingrávido. Es fácil habituarse. David Bowie ayuda a sobrevivir en el hiperespacio. Aunque carecemos de filtros de agua, de MP5 estamos bien servidos. 10, 9, 8...


El principito, el único libro que trajimos tras nuestro paso por Loarre, va de mano en mano. Pasamos las páginas y las horas contando estrellas. 7, 6, 5...


Contadores ya especializados, 4, 3..., al poco de emprender el vuelo censamos dos nuevas estrellas en el firmamento. Han sido bautizadas como ADO y PSM.


Todo es igual y siempre distinto. Nada gravita, ni tan siquiera los pensamientos. Convertidos en acróbatas, dormimos ya sin cinturón de seguridad. A través del ventanuco, llegan imágenes de puntitos luminosos, como mensajes en morse.


Dando por sentado que en Houston no darán por bueno este poema, el Mayor (AGS55) me ha exigido una firma digital. Busca responsables.  Creedme que he hecho lo que he podido. 3, 2...


Pase lo que pase, valga o no valga finalmente la firma, sabemos que en Houston nos espera un ERE de consecuencias estratosféricas. Así que, de común acuerdo, hemos decidido dar un paso más y asumir nuestro destino de estrellas errantes y fugaces. Alucinar, dejarnos llevar, divagar, volar. No volver. Seguir confiando en que en un infierno cabe un cielo. Uno solo... 

Cero.

4 comentarios:

  1. Caro Extranjero:
    Muy buena entrada y muy buenas fotos (aunque hay que decir que "como siempre", porque mira que tienes una buena colección, ¿eh?).
    Me ha encantado tu relato, que me recordaba un tanto a "Invasión en la Tierra", película muy antigua en que los alienígenas eran más humanos que los humanos mismos.
    Pero me ha sorprendido lo del AGS55 ese, que no está allí pero molesta un montón. Yo creo que hay que quitárselo del medio como sea, incluso jubilándolo antes de tiempo.
    A la MPM49 y a la CDM61 se las puede alargar el contrato hasta que les deje la osteoporosis.
    Finalmente, me encanta saber que en tu cielo (que es como el mío, pero más fotográfico) hay dos estrellas nuevas muy amadas: ADO y y PSM. Seguro que desde allí también nos miran.
    Fuerte abrazo, campeón.

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  2. Caro Arco:

    De alienígena a alienígena, gracias por sus palabras, paciencia, complicidad y comprensión.

    Como veo que me ha perdonado, en el próximo envío asegúrese de meter un riojita, unos pimientos del piquillo y unas cocochas de bacalao. Una cosa es ser marciano y otra es ser de piedra.

    Y hágame caso: Quédese en su puesto. Houston le necesita, y la comunidad terráquea lo lamentará si no le ascienden.

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  3. La co-capitana interina PMH49, convertida ya en una ciudadana de a pie, desde su retiro terráqueo campestre, te felicita, RDR62, por tu brillante científico-poética crónica de la última misión espacial, ilustrada con pruebas fotográficas de enorme valor testimonial. Asimismo te felicita por la rapidez en su transmisión al Centro de Operaciones y al mundo entero, teniendo en cuenta la distancia años luz en la que nos encontrábamos.
    Pero observo que te infravaloras, RDR62, ya que, lejos de ser un grumete fotográfico, como te autodefines, eres el corresponsal intergaláctico más famoso del universo conocido.
    También esta co-tripulante quiere decirte que la misión que nos llevó una vez más a surcar el espacio interestelar, a pesar de algunos contratiempos inherentes a este tipo de expediciones, obtuvo unos resultados muy positivos de los cuales nos debemos sentir orgullosos. Dimos lo mejor de nosotros mismos, cumplimos paso a paso el programa diseñado por el Comandante en Jefe y el pasaje llegó a la Tierra más que satisfecho tras su experiencia cósmica.
    Para terminar, quiero comunicarle a An-Arco que la co-capitana interina PMH49 ha recuperado por fin la masa ósea perdida por efecto de la antigravedad soportada a lo largo de tantas misiones, gracias a un fármaco osteocinésico, seguramente derivado de la famosa cryptonita, que le prescribió su Comandante en Jefe, a quien está muy agradecida, y abandonará el Cuerpo Aereoespacial, cuando le llegue la hora de su jubilación, si el Mando Supremo no dispone prescindir antes de sus servicios.

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  4. Cara Gelo:
    Sabes que la Plana Mayor y el Sindicato de Grumetes Reunidos siempre ha valorado tu abnegada labor al frente de esta expedición de valientes desertores. ¡Santa paciencia! El expediente para tu condecoración está en marcha, y no como aeromoza interina precisamente.
    Como sobrecargo que eres, estás por encima de jefazos y jefecillos. Eres nuestra Supergirl y nuestra Jackie Brown. Sin nuestra criptonita PMH49 aún estaríamos dando vueltas como cornejas buscando la pista de despegue.

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